
Han pasado 108 lunas desde aquella madrugada donde murió un sueño y el ángel perdió sus alas... Por más poéticamente recargada que luzca esta frase, resume con pasmoso detalle lo sucedido entonces. Me negué todo este tiempo a que las palabras fluyeran, guardé para mí lo que pasó, lo que sentí, lo que dijimos y lo que dejamos de decir. A petición y por sinceros deseos, la verdadera historia de amistad y amor será relatada a aquellos cuyas intenciones siempre fueron las correctas. Y sube el telón, y así comienza la narración...
Es verdaderamente lamentable tener que contar esto, quizá más de lo que estas palabras son capaces de transmitir. No puedo, de ninguna manera, olvidar todo lo que significó, todo lo que aprendí, todo lo que gané y perdí, todo lo que fui y lo que no. Todo lo que sin lugar a dudas fuimos y pudimos ser. Lo triste es que todo quedó ahí, por errores, como un sueño congelado en el tiempo y sumergido en un mar helado de memorias perdidas a voluntad de un arlequín.
Nace de mí una gélida atmósfera, la misma que siempre aparece cuando se trata de recordar lo que quizá nos empeñamos en dejar en el olvido. Fueron tantos los momentos, las sonrisas robadas y perdidas, los secretos que guardamos y que nadie supo nunca, la belleza de cada sencillo segundo compartido junto a quien fue la persona más importante de mi vida durante la etapa más feliz de este año que termina. Sería ingenuo pensar que es posible seleccionar sólo uno de ellos cuando la verdadera historia se escribió para ser contada completa.
Daniel y yo comenzamos a ser amigos casi de manera accidental, siendo él parte de otra historia de otra gran persona que hoy en día es muy importante para mí. Siempre he pensado que las cosas accidentales, anárquicas, tienen algo de predestinado. La verdad es que se podría decir que la primera impresión que tuve fue la de un niño con cara de inocencia lastimada y seriedad mayor a las que su verdadera edad representan, con una especie de misteriosa luz destellante en los ojos y una asombrosa capacidad para captar mi atención con apenas un par de palabras. Yo era muy diferente a como soy ahora, y apuesto a que él tampoco se siente la misma persona. Sin embargo, creo que nuestro destino estaba tan cronometrado como el eclipse lunar que bendijo aquella primera noche que tuve el placer de compartir a su lado.
La verdad es que para nadie es secreto lo difícil que me resulta confiar en las personas. Con él misteriosamente nunca fue así. Siempre tuvo algo, siempre dijo lo correcto, siempre supo qué hacer para estar en donde debía y ganarse mi más completa y absoluta amistad. Él estuvo presente en pleno descubrimiento de mi sexualidad, en los momentos más duros de mi evolución sentimental y en las innegables caídas que sufrí a lo largo de varios meses de aprendizaje. Quizá nunca nadie supo que él salvó mi vida... Sí, ese fue uno de nuestros secretos. No me detendré a dar explicaciones sobre esto, pero la importancia de ese acontecimiento fue vital para descubrir la genialidad de nuestra relación.
DP. formó parte de mí hasta el punto de que sabía más que otras personas cuya amistad conmigo databa de años de existencia. Nos veíamos practicamente todos los días, hablábamos de manera casi obsesiva y éramos cómplices de las más inexplicables experiencias que jamás pensé vivir. Conocí a todas sus parejas (o al menos eso creo) y fui su aliado para conquistarlas. Inventé mentiras por él y él las inventó por mí. Construimos un mundo donde nada ni nadie afectaba una felicidad blindada aun contra la más palpable tristeza, fuimos seres alegres y soñadores que pensaban en un mundo carente de imposibles y lleno de deseos para siempre. Fuimos, quizá, todo lo que podiamos ser y mucho más también.
De cómo él se convirtió en un hermano para mí... la verdad no estoy del todo seguro. No dudaría por un segundo en afirmar que nunca fui tan feliz como cuando compartí mi vida con la de él. Quiero aclarar que hasta este punto aún no había sucedido nada más allá de la amistad. El hecho cierto es que la felicidad tenía un nombre, y ese nombre era el suyo. Pude oírle decir que tal sentimiento era recíproco, cierto y tan real como nuestras existencias. La volatibilidad de las circunstancias nunca fue impedimento para lograr, el uno sobre el otro, la más honesta sensación de calma y comprensión. Éramos, sencillamente, compañeros de camino... los mejores.
No pretendo con esto decir que todo era perfecto, pero sí que lo parecía. Siempre tuvimos diferencias, pero la virtuosidad de nuestro compromiso para con la verdad nunca permitió que esto detuviera nuestro más firme deseo se ganar, de llegar hasta el final, de descubrir el misterio y ser dueños del infinito.
El tiempo pasó y la relación más perfecta era una certeza. Entre celos, desconfianza e intrigas sobrevivíamos a cada ataque, y la verdad es que eso nos fortalecía e incrementaba nuestro ya gigantesco orgullo. Probablemente el mayor obstáculo que enfrentamos fue una simple prueba de resistencia que yo me propuse superar a su lado. Con esto sólo quiero decir que junto a él, para mí no existía ningún límite, no había temor ni preocupaciones: sólo esperanza y optimismo. Eran tiempos de gloria, tiempos de surrealidad.
Siempre obtuve las mejores respuestas y las mejores acciones, siempre compartí, siempre quedé satisfecho. Siempre fui yo, siempre fue él, siempre fuimos. Los días nunca terminaban para nosotros, las noches eran nuestros testigos, los refugios fueron miles y las verdades eran muchas. Y así comenzó todo el delirio de grandeza, todo el descontrol y todas las promesas, así nos convertimos en magos invencibles con poderes destructivos en un juego donde todos ganaban o todos perdían... Y perdimos.
Al confrontar una verdad con la otra siempre obtengo la misma respuesta: Daniel, mi amigo, fue, es y probablemente será una de las personas más genialmente perfectas que he tenido el placer de conocer. Él, simplemente él, es total. El Daniel que duró tres semanas fue, y espero que más nunca vuelva a ser así para nadie, una simple sombra incorporea llena de dudas, caprichos y confusiones demasiado grandes de manejar para una persona con su escasa experiencia.
La estocada más dolorosa que jamás he vivido. Detente por un momento e imagina cómo ha de sentirse la pérdida del ser al que más quieres, y no porque en realidad pretendas conservar una relación ficticia, sino porque la imposibilidad de un sueño se manifestó en la sencilla verdad que significó su despedida. Algunas personas no comprenden aún por qué fui incapaz de seguir hablando con él, si no fuimos una pareja que se pueda calificar como "establecida". La razón es más simple de lo que parece: yo me di cuenta que DP. no era un todo eterno y fijo que estaría para siempre a mi lado. Me di cuenta que el Dios que creé tenía su lado humano.
Si bien es totalmente cierto que él nunca optó por alejarse de mí (y eso es algo que siempre valoré, la verdad) la herida era más profunda que el hecho de perder a un novio del que estaba totalmente enamorado. Yo me sentí... apartado de su vida. Eso, siendo él la única persona que me ha pintado un sueño creíble, dolió más que cualquiera de las historias con las que intentaron lastimarme después.
Es hora de que se sepa la verdad. Nunca me interesó del todo saber por qué él terminó nuestra relación. Le pude creer, sí, lo que me dijo. No quiero saber si Margarita fue tan trágica, no quiero saber si el fantasma tuvo algo que ver. Su despedida, aunque dolorosa, fue verdadera. Tanto le conocí (porque no sé si aún lo conozco) que puedo entender perfectamente porqué lo hizo.
Él es así... nunca debimos violar el sagrado pacto que una vez nos hicimos en un árbol bajo la luna. Jamás novios quizá pudo significar para siempre hermanos, para siempre amor incondicional, para siempre, para siempre...
Las cosas suceden por alguna razón, y si bien creo que hubiese preferido conservar lo que teníamos antes del primer beso, no es menos cierto que creo que lo trágico de nuestro adiós ocurrió para dejarnos una lección y para separar nuestros caminos y así llevarnos hacia nuevas verdades, nuevas gentes y nuevas vidas.
A pesar de todo lo que he dicho, todo lo que he hecho y todo lo que he actuado... lo he perdonado. Lo hice porque necesito tener paz conmigo mismo y con su recuerdo, lo hice porque el tiempo pasó y con él llegó la lucidez necesaria para comprender sus razones y analizar mis propios errores. Si de algo estoy totalmente seguro es de que ambos tuvimos la culpa de muchas de las cosas que sucedieron y que lastimaron lo que creímos indestructible. Él, tremendamente sabio para algunas cosas, demasiado inestable para otras. Yo, demasiado idealista cuando todo va bien, cegadamente radical cuando va mal. Errores de ambos nos llevaron a perder la confianza en nosotros y en lo nuestro.
Debo decir que luchó bastante fuerte para que yo no me alejará como lo hice. Él sabe a lo que me refiero y tengo la certeza de que ahora lo comprende.
Nunca me arrepentiré de haber vivido todo lo que vivimos, porque la felicidad no puede tener nada de pecaminosa. Somos humanos y cometemos errores y algunos tardamos más que otros en perdonar los ajenos y aceptar los propios. Aunque tardía, la verdad siempre es leal a su esencia.
No actuaré como si no hubiese dicho nada malo en este tiempo, porque lo hice con total consciencia de lo que estaba haciendo y con el objetivo de curarme completamente de lo doloroso de mis recuerdos. Lamento haber dicho lo que no debía, aunque aún en plena cura siempre le fui fiel al Daniel Bueno... The Prince Heals the scars with venom.
La verdad es que no queda nada del sentimiento inmenso que una vez me unió al error... pero sí que queda una total nostalgia por todo lo que fue y lo que pudo ser, todo lo que nos habíamos propuesto y que por desviarnos no alcanzamos. El camino que nos llevaba hacia Ítaca se vió inesperadamente invadido por los titanes que él y yo invocamos cegados por un deseo ficticio que sólo nos llevó a morir entre las bestias. Nunca nadie llenará el vacío de perder a un hermano como el que conseguí en Bogotá, nunca nadie más me regalará aquel arlequín que, como él dijo "te sonreirá cuando yo ya no pueda hacerlo"... Dramático presagio de lo que un poco después sucedería.
Es extraño sentirse invadido por el rencor luego de haber amado a alguien, es terrible tener que obligarse a no recordar algo que nos llenaba de alegría, es inhumano torturarse a sí mismo para guardar las apariencias... es intuil resistirse a decir la verdad. Es necesario, siempre, como una vez ambos dijimos, que encontremos la felicidad donde sea que esta nos espere. Pensamos en la eternidad y le pusimos tiempo de partida a nuestra conveniencia. Yo aprendí a golpes y gracias a él, que la felicidad es tan efimera como la duración de la sonrisa más perfecta. Supongo que de esto algo aprendió también.
Siempre le deseé lo mejor, aún en nuestros peores momentos. Sigo pensando que tiene mucho que dar y que si finalmente encuentra como equilibrar su inmenso poder con sus catastróficas indecisiones llegará a construirse su propio camino hacia Ítaca. Sigo creyendo en el DP. que le encuentra la alegría al momento más gris y esconde tras su aparentemente silenciosa mentalidad un caudal infinito de ideas y sentimientos hermosos. Aun le veo como un espíritu libre a pesar de que me digan que se pretende encerrar, aun creo en el sueño de una noche de verano que pintaba con sus palabras y ocultaba tras su mirada la verdad de los arqueros milenarios. Aun creo que él llegará... llegará.
Un hasta siempre le dije, un hasta siempre le diré... Porque él siempre nos pertenece y el ayer nunca fue. Que las victorias le pertenezcan y las derrotas le olviden. Que triunfe, sí.
El arlequín aún sonríe en su nombre.
Cierra el telón, y así concluye esta historia.
On my way up north up on the ventura
I pulled back the hood and I was talking to you
and I knew then it would be a life long thing
but I didn't know that we could break a silver lining.
A sorta fairytale - Tori Amos
Prince Javier
Gay by Nature, Absolutely Fabulous By Choice